A pesar de nuestro sufrimiento, debemos reaccionar ante una pérdida, de manera adecuada, para poder superarla y que no queden heridas abiertas, que nos sigan afectando y que nos impidan recuperar o establecer nuestro bienestar.
¿Sufriste una pérdida?
Vive adecuadamente el duelo y supérala.
"No llores porque las cosas hayan terminado, sonríe porque han existido”. L.E. Boudakian.. |
La pérdida y el duelo.
Cada pérdida es diferente, no sólo porque cada persona es distinta, sino porque nosotros mismos no somos iguales en todos los momentos de nuestra vida. En algunos, podemos estar más vulnerables que en otros y en algunas ocasiones podemos contar con mayores herramientas y apoyos que en otras.
Cuando hablamos de reaccionar ante una pérdida, de manera correcta, nos referimos a llevar a cabo un buen proceso de duelo. No, únicamente, a aceptar y expresar adecuadamente las emociones relacionadas con la pérdida, (aunque este es un aspecto sumamente importante), el duelo implica, también, superar el dolor, aprender a vivir sin aquello que hemos perdido y acabar fortalecidos y enriquecidos de la experiencia, para encontrar nuevamente el bienestar.
Además del dolor por la pérdida en sí, podemos vernos sumamente afectados, porque, generalmente, sentimos un gran vacío, que puede ir acompañado de sentimientos de inseguridad y temor, que surgen ante el pensamiento de “¿Cómo va a ser ahora mi vida sin…? Y, obviamente, el cambio puede atemorizarnos.
Diferentes tipos de pérdidas.
En este sentido, podemos hablar de:
Pérdidas de relaciones: Abarca la muerte de un ser querido, una ruptura amorosa, divorcio, distanciamiento de un amigo, abandonos, etc.
Pérdida de capacidades: Implica la amputación de un órgano o una de nuestras extremidades, cualquier tipo de discapacidad, etc.
Pérdidas materiales: Cantidades importantes de dinero, nuestra casa, un negocio o trabajo importante, etc.
Pérdidas evolutivas: Por ejemplo, las que resultan de terminar la época de la juventud, el nido vacío, jubilación, etc.
Perdidas de aspectos personales: Sueños, esperanza, objetivos, roles importantes, libertad, etc.
Etapas del duelo.
Todos vivimos diferentes tipos de pérdidas a lo largo de nuestra vida y, por lo tanto, al reaccionar ante una pérdida, con una actitud sana, debemos trabajar el proceso del duelo.
Generalmente, dicho proceso está dividido en 4 o 5 etapas.
A continuación, vamos a ver la división que hace Kübler-Ross y las reacciones que, de acuerdo a ella, son las más comunes en cada etapa.
1. Fase de Negación. Durante esta fase tendemos a negar lo sucedido, ya que aceptarlo es sumamente doloroso, por lo que hacemos comentarios como, por ejemplo: “No puede ser”, “Esto no me puede suceder a mí”, “Me siento bien”, etc.,
Este tipo rechazo, es una respuesta automática e inconsciente del organismo, ante un impacto tan fuerte.
2. Fase de Ira. Se da cuando tomamos consciencia de lo sucedido y nos enojamos por ello, con Dios, y/o con los implicados, por permitirlo o no haberlo evitado. Si se trata de una muerte, podemos incluso enojarnos con la persona que murió. Nuestra verbalización, casi siempre es: “No es justo”, “¿Por qué a mí?, etc.
3. Fase de Negociación. Esta etapa no siempre se da. Depende del tipo de pérdidas e involucra creencias religiosas, ya que la negociación es con Dios y le pedimos que termine con nuestro dolor a cambio de algo que le ofrecemos. Esta etapa se da más, antes de una muerte.
4. Fase de depresión. Durante esta fase, vivimos una tristeza profunda e incluso un vacío, que parece que nunca va a terminar. Nos cuesta trabajo hacer la mayoría de las cosas y podemos tener la tendencia a aislarnos.
5. Fase de Aceptación. Este es el momento en que empezamos a aceptar plenamente la pérdida, dejando de pelear con la realidad, por lo que sucedió y teniendo la capacidad de poder continuar con nuestra vida y hacer nuevos planes, aunque no implica olvidar.
Generalmente el proceso de duelo dura entre 6 meses y un año, aunque puede alargarse hasta 2 e incluso más, dependiendo de cada situación. Si no se resuelve en ese tiempo o pasados 6 meses no se empieza a ver alguna mejoría, es conveniente consultar a un psicólogo, porque puede tratarse de un duelo no resuelto o patológico.
En una persona que está viviendo un duelo podemos encontrar los siguientes síntomas:
Físicos: Tensión muscular, alteración en el sueño y en la alimentación. sensación de vacío en el estómago, opresión en el pecho, falta de energía, mareo, hiperventilación, etc.
Emocionales: Tristeza, culpa, miedo, inseguridad, enojo, angustia, sensación de abandono, impotencia, alivio, etc.
Mentales: Problemas de atención y concentración, ideas obsesivas, dificultad para pensar, problemas de memoria, etc.
Conductuales: Llanto, consumo exagerado de café, alcohol u otras substancias, tendencia al aislamiento, tener con nosotros objetos de la persona que perdimos, etc.
Si se trata de una muerte, cuando elaboramos el duelo correctamente, al terminar el proceso, el amor compartido permanece siempre con nosotros, pero rodeado de una sensación de satisfacción y alegría por haberlo compartido, en donde nos sentimos bien cuando recordamos a la persona y podemos reconstruir nuestra vida con esperanza y regocijo.
Una de las cosas que más nos dificultan manejar la pérdida que podemos estar viviendo, son las cosas que perdemos como consecuencia de ella. Por ejemplo. Si perdemos un ser querido, perdemos, también, parte de nuestra identidad (la que iba unida a él), tal vez algunas relaciones, determinadas actividades, una relación muy especial, compañía, tal vez, un estilo de vida, quizá, un nivel económico, relaciones con la familia política, hábitos, sueños y esperanzas, etc. Todas estas otras pérdidas, también nos están afectando, pero como no nos damos cuenta, no las trabajamos ni buscamos cómo solucionarlas.
Psic. Silvia Russek.
Lic. en Psicología Clínica.
Diplomado en Terapia de Pareja.
Especialidad en Terapia Cognitivo Conductual.
Terapia por Internet. por videoconferencia.
Citas:
e-mail: [email protected]
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